César se sintió abrumado y dijo: -Alejandro, ¡también estoy preocupado por ti! La relación entre

usted y la señora Clara está progresando muy lentamente. ¿Podré ver el día en que se reconcilien?

La última vez, la señora Clara la pasó realmente mal, por lo tanto, sigue siendo fría contigo. En

estos días, solo me llama para preguntar cómo estás, como parte de sus deberes, pero ni siquiera

ha venido a verte. Me duele verte así.

Recordó los viejos tiempos cuando, cada vez que Alejandro regresaba a casa, la señora Clara solía

preparar una mesa llena de deliciosa comida, y esperaba afuera de la mansión con entusiasmo

hasta que él llegaba. En ese entonces, ella lo amaba con todo su corazón y su mundo giraba en

torno a él.

Ahora, cuando miraba a Alejandro, sus ojos eran tan fríos que incluso los demás se sentían

asfixiados. Muchas cosas se habían perdido para siempre y nunca podrían ser recuperadas.

-No importa- Alejandro finalmente suspiró después de un largo silencio, y apretó los puños sobre

sus rodillas en un gesto de desesperación. -No importa cómo me trate en este momento, no la

abandonaré.

En ese momento, alguien golpeó la puerta y la voz de su secretaria se hizo oír: -Alejandro, Rodrigo

está aquí.

-Permítele entrar.

Con un aire desafiante, Rodrigo entró en la habitación. Vestía un traje a medida tan blanco, que parecía casi como

si no llevase nada debajo. Mostraba su bronceada y musculosa complexión, con un collar de platino colgando de su

clavícula y una expresión de traviesa provocación en su rostro. Era la única persona en toda la Ciudad de México

que podía vestirse de manera tan sexy y lujosa.

-Hombre, te ves en buena forma. Parece que la poción mágica de Clara funciona de maravilla- Rodrigo se sentó de

manera relajada en el sofá, aliviado al ver que Alejandro lucía mejor. Desde la última vez que Alejandro le había

confesado su amor por Clara, Rodrigo pensó que podrían

reconciliarse.

El corazón de Alejandro latió con gratitud, al escuchar las palabras de Rodrigo, pero levantó las cejas con desprecio

mientras miraba a Rodrigo. -Si vuelves a vestirte de manera tan indecente, no

te dejaré entrar en las instalaciones del grupo Hernández.

-¿¿Por qué no? – preguntó Rodrigo.

-Este es mi lugar de trabajo, no un lugar al que puedas venir vistiéndote asi-Alejandro miró sus documentos

nuevamente -No quiero que haya malentendidos. César no pudo evitar reir ante la

respuesta de Alejandro.

Rodrigo parpadeó sus ojos estrechos y finalmente entendió la situación. Exclamó —¡Voy a tu

oficina de todos modos! ¿Realmente puedes controlarme?

César, incapaz de contener la risa, se rio cada vez más.

-Bien, no tengo tiempo para charlar contigo. ¿Qué necesitas de mi? – preguntó Alejandro.

-¿Ves esto? – Rodrigo sacó una invitación de su bolsillo y la agitó triunfalmente.

-¿Qué es eso?

-Una invitación personal que Clara me envió, invitándome a la fiesta de cumpleaños de la tercera

señora de Julio este fin de semana.

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