Capítulo542

En el pasillo.

César se encontraba de pie, frente a la puerta de la sala, observando las dos filas de guardias de

seguridad que estaban de pie en el pasillo, esperando imperturbables. Tal cual como en la milicia,

la uniformidad de sus movimientos y su actitud, así como su aura imponente, lo hacían temblar de

nervios.

La puerta se abrió y los pasos de botas militares resonaron en el suelo, produciendo un sonido frío

y metálico.

Arturo ajustó su gorra militar y salió de la habitación, con una expresión de desconcierto. Después

de años en el ejército y una estricta disciplina militar diaria, era aún capaz de mantener la calma

frente a estos sucesos.

-¡Saludo! – Los guardias de seguridad se pusieron firmes y realizaron un saludo militar.

-Tiempo de regresar- dijo Arturo con indiferencia, y pasó junto a César. Los guardias de

seguridad lo siguieron y se marcharon.

El pasillo volvió a quedar en silencio.

César se sorprendió al observar, la apariencia apuesta y decidida de Arturo, su postura imponente

y su atractivo masculino lo tenían completamente impactado.

César sintió profundamente la abrumadora brecha entre las personas.

Justo cuando estaba perdido en sus pensamientos, Alejandro dio se retiró de la habitación dando

fuertes pasos y con una mirada sombría.

-¡Alejandro! ¿No deberías quedarte en el hospital algo más de tiempo? Tu estado de salud actual

no es adecuado para salir tan pronto- exclamó César, corriendo hacia él para ayudarlo, pero fue

rechazado de manera obstinada por el hombre. -No puedo. Si no vuelvo al mando del grupo

pronto, Enrique y Ema comenzarán a sospechar, y tendrán razones para destituirme. No debemos

dejar que nadie se entere de que estuve hospitalizado y menos que presento una lesión.

Luego, con una tos ronca y dolorosa que había estado reprimiendo durante mucho tiempo,

finalmente rompió su silencio.

El sonido en su pecho hizo que César se sobresaltara y se preocupara profundamente, con

-Alejandro, temo decirte que la dirección del grupo no es más importante que tu propia salud.

-No te preocupes, estaré bien al rato. He enfrentado innumerables peligros y heridas a lo largo de

los años, y he sobrevivido a todas ellas, por eso de esto tan insignificante también saldré bien-

respondió Alejandro, enderezándose y tomando una respiración profunda.

Recordó las duras palabras de Arturo sobre cómo avergonzaba a los militares, y sus ojos

comenzaron a enrojecerse lentamente.

Se sentía tan humillado.

Por la noche, Clara reservó una lujosa sala privada en KS World y preparó una mesa llena de

comida y bebida para Arturo.

En la Ciudad de México, Javier, Victor e Inés, quienes trabajaban y estudiaban allí, se apresuraron

a reunirse. Siempre era un momento de alegría cuando los hermanos y hermanas se reunían, y el

ambiente estaba lleno de animación.

Lamentablemente, apenas habían dado la bienvenida a Arturo y ya era hora de despedirse. Todos

miraban a Arturo con tristeza en los ojos. Clara no pudo contener sus emociones y sus ojos se

llenaron de lágrimas. Bebió varias copas para calmarse.

Sus sentimientos eran extraños; estaba realmente feliz, pero al pensar en Alejandro, sentía una

melancolía inexplicable.

¿Por qué Alejandro la quería tanto?

¿Era por el vínculo que habían formado en Pico Sereno durante su tiempo juntos en la montaña? ¿O

era porque él se había dado cuenta de que ella era la niña a la que había salvado hace trece años, lo

que le hacía sentir cierta culpa? ¿O quizás simplemente era un hombre de gustos variable,

primero enamorado de Beatriz y ahora de ella, la noble y distante reina?

Clara se mordió el labio con frialdad y dejó escapar un ligero desprecio en voz baja.

Así que, el dolor que le había causado Beatriz no era tan fuerte para Alejandro, que ya estaba tan

rápidamente recuperado y sintiendo un gran amor por Clara.

¡Es que sí que es un sinvergüenza!

-¡Clara! Escuché que fuiste a trabajar como guardabosques en esa montaña de nuevo, ¡y casi te

caes por un acantilado mientras salvabas a alguien! – Javier se enteró de la última hazaña de

la soltó. -¿Quieres matarme acaso del susto? Si algo te hubiera pasado, que me lleven a mi

primero.

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