Capítulo513

Alejandro no tenía tiempo para sumergirse en el asombro.

Porque el acantilado debajo de él estaba a punto de colapsar.

-Irene, japresúrate! – Alejandro exclamó instintivamente, pronunciando ese nombre después de

tanto tiempo.

Clara sintió una sacudida en su corazón y sus latidos se volvieron frenéticos.

Esa llamada, le infundió una extraña fuerza, permitiéndole subir al borde del acantilado en el

último momento y arrojarse en brazos de Alejandro.

El hombre la abrazó con fuerza, apretándola con todas sus fuerzas.

Segundos antes del colapso, Alejandro la protegió con su cuerpo y se lanzaron hacia la dirección

opuesta, escapando milagrosamente.

Golpeó una roca con fuerza, emitiendo un doloroso gemido.

No fue un golpe fuerte, y el dolor hizo que su rostro se cubriera de sudor, que se mezcló

rápidamente con la lluvia.

-¿Estás herido? – Clara levantó la cabeza en sus brazos, mirándolo con ansiedad mientras

observaba su apuesto rostro sin color.

-No-respondió Alejandro, su voz ronca, ocultando su dolor.

Clara, aún conmocionada, se aflojó y se apoyó en su pecho empapado, suspirando de alivio.

-¿Por qué no me lo dijiste? -preguntó Alejandro, su voz ronca y áspera.

Clara sintió un escalofrío en su corazón y evitó la mirada de sus brillantes ojos.

-¿¿Por qué no me dijiste… que nos conocimos por primera vez hace trece años? ¿Por qué no me

dijiste… que eras la niña que salvé hace trece años en este lugar?

Alejandro habló con dificultad, con una mezcla intensa de amargura y angustia que parecía

corroer su cuerpo.

Clara sintió un nudo en la garganta y su pequeño rostro, sucio y empapado, se volvió pálido como

la luna.

¿Así que cuando él la llamó Irene de repente, fue porque lo recordó todo?

¿Por qué él, en ese momento, finalmente recordó?

¿Por qué si iluminación llegó trece años tarde?

Era demasiado tarde, demasiado, demasiado tarde. Preferiría que nunca la recordara.

-Alejandro- Clara susurró, incapaz de contener sus emociones intensas, sus dedos apretaron

suavemente la barbilla de Clara, forzándola a encontrarse con sus ojos carmesi.

-Cuando nos casamos, ¿te acuerdas de por qué te llamabas Irene? – Clara lo miró con una mirada

profunda y su corazón se contrajo.

Alejandro cambió de color, herido por la afilada y directa pregunta.

Por supuesto, lo recordaba.

En ese entonces, la salvó y le preguntó su nombre. Como ella se mantuvo en silencio, Alejandro le

dio un nombre al azar, Irene.

Sin embargo, Alejandro nunca habría imaginado que la niña a la que salvó en un capricho volvería

a aparecer en su vida trece años después, como su esposa, y que, además, lo había mantenido en

secreto de todos.

-Parece que lo has recordado-Clara sonrió suavemente, pero en realidad, no tenías que hacerlo.

Nunca esperé que me recordaras. En tu vida, siempre fui solo un pasajero. Ya sea hace trece años,

tres años o ahora.

Alejandro sintió un nudo en la garganta.

Aunque no tenía la culpa de esa situación en particular, salvó a la niña en ese entonces, no tenía

por qué recordarla después de tanto tiempo. Sin embargo, aún se sentía culpable, abrumado por el

remordimiento.

Esta joven lo había seguido durante trece años, persiguiendo sus pasos y tratando de encajar en su

mundo, mientras él la rechazaba cruelmente y cerraba su corazón.

-Lo siento-balbuceó Alejandro, sus labios temblaban y su voz estaba ronca, -Realmente no sabía

que eras esa niña. Si lo hubiera sabido, las cosas hubieran sido diferentes.

–Incluso si lo supieras, ¿te habrías divorciado de mí de todos modos? – Clara rio con resignación,

no tenía más que arrepentimientos hacia él, no apegos, -Ya sea Clara o Irene, es solo un nombre y

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Cuando me salvaste, no sabía tu nombre ni tu identidad, y no pude agradecértelo.

-Alejandro, ¿por qué te casaste conmigo en primer lugar? -esta era la pregunta que había estado

atormentando a Alejandro durante tanto tiempo, y finalmente se atrevió a hacerla, -¿Fue porque

te salvé? ¿Fue por una deuda?

-Ya no importa, Alejandro-Clara dijo con indiferencia, -todo ha terminado. Un matrimonio que

nunca tuvo un comienzo real. No tiene sentido seguir buscando respuestas ahora. Tengo frío,

vamos a seguir adelante.

Bajo la lluvia torrencial, este antiguo matrimonio, una vez enemigos jurados, temporalmente se

unió en una tregua frágil. Ambos llevaban cicatrices y moretones, pero se apoyaron mutuamente

mientras avanzaban en medio de las dificultades.

El teléfono de Clara ya estaba estropeado desde hacía tiempo, ¡y el teléfono de Alejandro tampoco

tenía señal!

-Lo que podemos afirmar es que estamos en la parte trasera del Pico Sereno. De lo contrario,

deberíamos tener señal en los teléfonos-Clara avanzaba con dificultad, jadeando.

El hambre y el frío la habían debilitado. Lo único que la mantenía avanzando era su determinación

de no ser una carga para Alejandro. Ahora, sus piernas le parecían tan rígidas que apenas las

reconocía como propias.

-Antes de venir a buscarte, le pedí a César que enviara un helicóptero a patrullar la zona-

Alejandro le informó al ver que no estaba bien, y la abrazó por la cintura para evitar que cayera.

-El mal tiempo está dificultando, en gran manera las operaciones de búsqueda y rescate.

Finalmente, su resistencia se rindió y su cuerpo cayó pesadamente hacia abajo. Alejandro actuó

rápidamente y la atrapó, su cuerpo empapado y agotado llenó sus pulmones con el olor a tierra

mojada.

Su mandíbula estaba tensa y su corazón le dolía. ¿Cuánto había sufrido esta mujer terca antes de

que él llegara a salvarla?

-Vamos a encontrar un lugar para refugiarnos de la lluvia-Alejandro se inclinó y la cargó en su espalda, avanzando con dificultad paso a paso.

Alejandro-, Clara yacía en su espalda, sus brazos rodeando su cuello, preguntó con voz débil, —¿ seremos capaces de salir de aquí?

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-Si-Alejandro respondió sin dudarlo.

-Casi muero allí-agregó Clara.

-He oído decir que eres la mejor guardabosques-Alejandro avanzó con dificultad y sonrió

ligeramente, y curiosamente, también dicen que yo soy el mejor guardabosques.

Ella cerró los ojos en desprecio.

-Así que no moriremos, Clara-Alejandro suspiró, y aprovechó un momento en que ella no estaba

prestando atención para tomar su mano sucia y apretarla suavemente. -Si Dios no puede

protegerte, permíteme a mí.

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