Capítulo416

En la noche, en el estudio.

Alejandro estaba sentado junto a la ventana del estudio, sirviéndose una copa de vino tinto. El vaso

de vino que estaba usando en este momento era uno de los regalos que Clara le había enviado, un

par de copas de cristal estilo barroco, cuyo sonido nítido al chocar dejaba en claro que eran de alta

calidad y exquisita manufactura.

¿Acaso cuando le regaló las copas, estaba pensando en pasar toda su vida junto a él?

Alejandro frunció el ceño, el sabor del vino que entró en su boca resultó más amargo que el veneno.

En ese momento, se oyó un golpe en la puerta, y César entró apresuradamente con un documento

en la mano.

-Alejandro, he terminado la investigación que me encargaste sobre Rosalía. Esta vez puedes estar tranquilo, he obtenido toda la información detallada sobre ella. ¡No hay absolutamente ningún

margen para el error!

César estaba seguro de sí mismo. La última vez, debido a su lengua suelta, mencionó que la

impresión de Alejandro en la señorita Clara no era tan buena. Esta vez, estaba esforzándose al

máximo para compensar sus errores a través de esta investigación.

-Hmm, escanea una copia y remítasela a Clara.

Alejandro aprovechó la luz de la lámpara para girar la exquisita copa de vidrio en su mano,

apreciándola con interés.

César se sorprendió, -¿Enviarla a Diego?

Viendo cómo su jefe le lanzaba una mirada fría, César sonrió tontamente, -Oh, me equivoqué Es a la Señorita Clara a quien le enviaré el correo.

-Envíalo en forma de correo electrónico- Alejandro pausó por un momento y añadió, -Envíalo como correo anónimo.

-¿Por qué? – Preguntó César.

El hombre apretó ligeramente los labios, -Temo que, si lo llega a ver, eliminará el correo sin leerlo, ya que proviene del grupo Hernández.

En ese momento, su móvil vibró en la mesa de café.

Alejandro lo tomó y vio que era una llamada entrante de Rodrigo, además, era una videollamada.

Confundide, contestó, -¿Qué necesitas?

En la pantalla, Rodrigo tenía el rostro pálido como la muerte, acostado en una cama

completamente blanca, con una pared azul y blanca como fondo, daba la impresión de estar en un

hospital.

-Alejandro. Me estoy muriendo.

-No sentiré pena por ti- La mirada de Alejandro permaneció impasible.

-Alejandro, ¿Noa me envenenó?

Rodrigo agitó su mano izquierda, en la que había un tubo intravenoso, con un gesto dolorido que parecía encogerse en una bola, -Hoy. Ella me trajo un pastel de arándanos y me lo comí todo. Luego, cuando llegué a casa, empecé a vomitar y tener diarrea. Llamaron a una ambulancia y me llevaron al hospital. El médico dijo que tenía intoxicación alimentaria por consumir alimentos en mal estado. Cuando probé el primer bocado del pastel, ya sentí que algo estaba mal, sabía agridulce. Y efectivamente, era comida caducada.

César, que estaba al lado, escuchó todo y se dio la vuelta, tapándose el estómago mientras reía a carcajadas en silencio, incluso lágrimas salieron de sus ojos.

Alejandro apretó los labios, luchando por contener la risa. -Entonces, ¿sabías que había algo mal y así te lo comiste todo?

-Fue Noa quien lo hizo con sus propias manos, así que, por supuesto, tenía que comer todo lo que me dio- Rodrigo volvió a reír mientras sacaba la lengua en su respuesta.

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