Capítulo 20 

Doña Castro no sentía ni un ápice de remordimiento y no cedía ni un poco: “¿Es solo mi culpa? Si tu padre no estuviera coqueteando por ahí, ¿crees que yo discutiría con él? Enzo, te lo digo claro, yo me encargaré del asunto de Ainhoa. No voy a permitir que esa mujer se quede a tu lado, ¡ni siquiera como una amante!” 

Dicho eso, colgó el teléfono sin piedad alguna. Enzo estaba tan furioso que se le marcaba una arruga en la frente. Sacó un cigarrillo de la cajetilla, se inclinó para encenderlo y se apoyó en el respaldo de la silla, aspirando el humo con profundidad y suavidad. 

Unos días después. 

Después de cuidar a su padre y de que terminara de almorzar, Ainhoa recibió una llamada del hospital, de la clínica de ginecología y obstetricia. Se había hecho un chequeo completo después de un aborto espontáneo y seguramente los resultados ya estarían listos. 

Salió de la habitación con su móvil y contestó la llamada. 

“Señorita de la Vega, hay un problema con su informe médico, sería mejor que viniera de inmediato.” 

Ainhoa presintió que algo malo sucedía. Después de colgar y de darle algunas instrucciones a su padre, encontró una excusa para irse. El médico fruncía el ceño al revisar los datos del informe y luego miró a Ainhoa antes de preguntar: “¿Sueles tomar la píldora del día después?” 

Ainhoa asintió con la cabeza. Enzo estaba siempre listo para la acción y a veces, si no tenían tiempo de comprar preservativos, ella tenía que recurrir a la pildora del día después. La última vez que quedó embarazada fue porque Enzo fue demasiado intenso y ella, con fiebre alta, olvidó tomar la pastilla. El médico la miró con simpatía y dijo: “Tienes el útero en retroversión y la pared interna delgada, sumado a que tomas la píldora del día después con frecuencia, tus ovarios muestran signos de envejecimiento prematuro. Quedar embarazada será muy difícil para ti. Es difícil que concibas y no cuidaste el embarazo, permitiste un aborto espontáneo y una hemorragia grave, lo que ha dañado mucho tu cuerpo. El informe, indica que tus posibilidades de quedar embarazada nuevamente son muy bajas, no deberían superar el veinte por ciento.” 

Al escuchar esas palabras, Ainhoa sintió como si le clavaran un cuchillo en el pecho. El dolor penetrante le quitaba el aliento. Sus manos frías se aferraban con fuerza al borde de su ropa. Recordaba a una pariente que tenía un cuarenta por ciento de posibilidades de quedar embarazada, llevaba cinco años casada y todavía no habia podido concebir. 

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Capitulo 20 

Con solo un veinte por ciento de probabilidades, ¿significaba que nunca podría ser madre? 

Con la voz ronca, Ainhoa preguntó: “Doctor, ¿no hay nada que se pueda hacer?” 

El médico negó con la cabeza con resignación: “Voy a recetarte unos medicamentos para regularlo un poco, quizás aumenten las posibilidades, pero te advierto, no más píldoras del día después. Una vez que una mujer pierde la capacidad de ser madre, el arrepentimiento dura toda la vida. Si un hombre realmente te ama, hay muchas formas, de anticoncepción, no solo pensará en su propio placer sin considerar tu salud.” 

Ainhoa sonrió con tristeza. 

Sí. Si Enzo realmente la amara, ¿cómo podría permitir que ella soportara todo eso? Ainhoa tomó la receta y salió tambaleándose. Justo cuando llegó a la puerta, el siguiente paciente ya estaba entrando. No pudo ver bien la cara de la persona, pasando a su lado de forma precipitada. Pero apenas había dado unos pasos cuando escuchó una voz familiar: “Doctor, me gustaría hacerme un chequeo para prepararme para el embarazo, quiero tener hijos justo después de casarme.” 

Ainhoa se paralizó al instante y después de un largo rato, lentamente se volvió. 

Lo que vio fue la cara de Irene, radiante de felicidad. Enzo no quería casarse con ella, ni tener hijos con ella. Incluso, para evitar que quedara embarazada, le hizo tomar tantas píldoras del día después, reduciendo su probabilidad de embarazo a solo un veinte por ciento. Pero en aquel momento, no solamente se iba a casar con su verdadero amor, sino que también querían tener un hijo. 

Realmente no te sentías mal hasta que te comparabas con otra persona. Ainhoa nunca había sentido un dolor más profundo que en ese momento. Su cuerpo rigido caminó hacia la salida. Había dado solo unos pasos cuando se encontró cayendo en unos brazos familiares. Antes de que pudiera reaccionar, escuchó la voz fría de Enzo sobre su cabeza: “¿Estás embarazada?” 

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